-La escultura me gusta, pero es muy difícil…no sabría dónde ponerla…

-y ese “hórreo” plateado que no de plata, que tienes encima del mueble del comedor…?

-O ese jarrón de cerámica sin padres que tienes en la esquina de la entrada…?

-Regalos. No sé qué hacer con ellos…

Cuantas veces se oyen esas preguntas y esas respuestas en una exposición de escultura…

Aunque ya sabéis que yo soy un perro o mejor dicho la escultura de un perro, no acabo de entender esa actitud en la gente a la que, de todos modos sé, que les gusta el Arte.

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En este país la costumbre de comprar pintura entra dentro de lo habitual, pero en cuanto a la escultura las cosas se ponen más difíciles.

Esta semana me he decidido a visitar, por deformación personal, dos exposiciones de escultura que dejando aparte el género de Arte al que pertenecen me parecen dos de las muestras más interesantes que a nivel de Galerías privadas se exhiben en Barcelona,

La primera en la Galería Senda, en su nueva ubicación y en un local especialmente adecuado para tal menester.

Jaume Plensa aún a su pesar, se ha convertido en uno de los artistas más mediáticos de la escena actual. Hacía siete años que no mostraba obra en su ciudad y esta exposición da la impresión de haber sido cuidada por él mismo, con el máximo esmero.

Con el título de “El bosc blanc” (“El bosque blanco”) nos presenta 4 esculturas de mediano tamaño realizadas con una sutileza lejos de dejar indiferente al espectador. Cuatro figuras femeninas en su más puro estilo, jugando con las perspectivas y el volumen.

La primera sola y a la entrada, como recibiendo al visitante, majestuosa y curiosamente sin estar colocada mirando a la puerta del recinto, sino observando al interior, es de basalto. Este material primitivo, telúrico, macizo e incorruptible, decididamente, se yuxtapone a la misma calidez del rostro que representa. Parece una afirmación rotunda de la sensibilidad.

Las otras tres piezas, no dejan de sorprendernos simplemente con el material en el que han sido concebidas. Esculpidas en principio en madera que es, en definitiva, el molde de las mismas; el acabado en bronce patinado completamente en blanco, hace que el espectador dude de su composición al verlas. Es tan escueto como vivir un momento sutil en que la belleza y la simplicidad se unen en un espacio limitado. La figuración da un salto más y reivindica su presencia en la contemporaneidad.

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Pero todo ello no tendría más historia que la de ser una exposición de Plensa, sino fuera por el toque final, la guinda que corona el pastel de la muestra. Las paredes del recinto en el que las obras están expuestas, de un blanco impoluto, casi insultante, se “ensucian” con el dibujo en grafito de unos rostros femeninos y distorsionados, “plensianos”. De una delicadeza sublime y eso a mí, pobre escultura al fin y al cabo, es lo que más me emocionó. No se puede adornar mejor la belleza. No se la puede describir de una mejor manera y sencillez.

La otra muestra a la que he asistido ha sido en Marlborough, mi Galería vecina de la calle Enrique Granados y por la que paso en mis paseos, por delante, un montón de veces.

Magdalena Abakanowicz no es una escultora al uso, quiero decir con ello, que la escultura ha sido para ella una consecuencia de su labor principal. Esta veterana artista nacida en Varsovia en 1930 ha tenido como soporte esencial para su labor artística el tapiz. Un soporte que a la vez que otros muchos en el concepto de Arte de mucha gente, ha sido despreciado, por no decir casi vilipendiado y que sin embargo, da unas posibilidades extraordinarias de experimentación y originalidad que pocos conocen.

En su larga trayectoria, esta artista ha ido trasladando en base a su experiencia, el poder de las dos dimensiones a la posibilidad de transformarlo y trasladarlo a la escultura. Con las mismas herramientas, arpillera, tela,  cartón, hilo o papel y el resultado no deja indiferente.

Formas antropomórficas, en general de una imagen visual muy potente y a la vez atrayente. Torsos y cabezas humanas que sugieren la culminación de una investigación exhaustiva en la búsqueda de un objetivo concreto.

El final, se adivina en sus obras más imponentes. El traslado de esa idea al acabado más concluyente en escultura, el bronce.

En resumen, una muestra muy interesante de una artista muy poco conocida en nuestro país, pero de una trayectoria que resume de una manera clara la validez actual de la figuración en todas sus vertientes.

Frankie, se siente contento, ha sido una semana de viajes cortos y de esperanza en la capacidad que todavía tiene las Galerías de Barcelona de intentar redimir con calidad, la falta de la misma en la mayoría de Instituciones oficiales de la Ciudad