Desde hace unos años en El Quatre nos preguntamos repetidamente sobre la diferencia entre la pieza de decoración y la obra de arte. Donde podemos marcar la línea que marca esa desigualdad; si es que existe claro. Si una persona compra una obra con el objetivo concreto de adornar, vestir su casa; ¿se plantea si lo que adquiere es Arte o simplemente es decoración…?

Cuando el Papa Julio II encargó a Miguel Ángel la decoración de la Capilla Sixtina evidentemente y como describe el párrafo anterior, lo hizo para embellecer el lugar, para decorarlo, en fin. Hoy consideramos que los  frescos que adornan ese espacio son una obra de Arte. Por lo tanto, este ejemplo nos llevaría a la conclusión de que cualquier elemento que aderece un lugar es Arte silogismo que nosotros, como apasionados de éste, nos negamos a aceptar. ¿Buscamos las razones de este desacuerdo…?

En realidad, deberíamos empezar por definir una vez más y van… Qué es el Arte.

Y podemos buscar muchísimas descripciones empezando claro está, por la que puntualiza la máxima autoridad en nuestra lengua como es la RAE,

 ‘Actividad humana que tiene como fin la creación de obras culturales’

E inmediatamente al leer esto y en concreto su mención al tema de la cultura, nos vemos aliviados y con el derecho a criticar y a tirar por tierra cualquier producto decorativo que no nos parezca interesante desde el punto de vista pedagógico o instructivo.

Pero, al seguir leyendo acepciones de la palabra, se nos cae el alma a los pies pues la última definición es demoledora bajo nuestro punto de vista.

‘maña o habilidad’

Y se nos abre una duda, una disyuntiva; Miguel Àngel era mañoso o era un artista. ¿Era hábil con los pinceles y por ello fue capaz de crear una obra tan admirada…?

Pero no nos resistimos a quedar derrotados bajo ningún concepto y seguimos buscando alguna definición que nos tranquilice el alma. Y como no, entramos en Google, el dios actual de toda la sabiduría humana que ha reemplazado a Atenea y que se ha convertido en poco menos que imprescindible en nuestra vidas y ahí encontramos un montón de definiciones de Arte; tratadas desde todos los puntos de vista, y nos llama la atención una frase encontrada en una de las hijas del dios tecnológico, la Wikipedia.

“La definición de arte es abierta, subjetiva, discutible. No existe un acuerdo unánime entre historiadores, filósofos o artistas.”

Y al leer multitud de ejemplos de acepción por parte de personajes ilustres acabamos por admitir la derrota de nuestras creencias al leer la de Dino Formaggio filósofo italiano fallecido en 2008 y por lo tanto relativamente actual.

“arte es todo aquello que los hombres llaman arte”

Hemos perdido y nuestras convicciones se arrastran por los suelos. Con la cabeza baja hemos de aceptar que hemos sido derrotados simplemente por la falta misma de definición de un vocablo que paradójicamente usamos tan frecuentemente y que da sentido al mismo trabajo que desarrollamos.

Pero, nos tranquilizamos y volvemos a la carga.

Claro está…¡¡ Hay el concepto de “artes decorativas”

Y volvemos a respirar. Esos objetos no son exactamente arte en absoluto nos decimos; a su concepción repetitiva hay que añadir su, en muchos casos, industrialización con fines meramente mercantiles.

Entonces nos viene a la cabeza Warhol y pensamos, ahí está, él es el culpable de la situación actual. Las formas repetitivas en formatos variados y sobre soportes distintos que realizó, han llevado al caos actual donde cualquier obra sin ninguna habilidad técnica, sin talento, en suma, es válida para considerarla Arte. Así han aparecido multitud de tiendas que se autodenominan “Galerías de Arte” y donde lo que encontramos son infinidad de representaciones de símbolos, eslogan y en suma ilustraciones que se acercan más a una pseudopublicidad que a lo que desde siempre habíamos considerado Arte. Si a todo ello, añadimos que en esos lugares el concepto y la abstracción son mayoría en muchos casos, la proximidad con el pensamiento de lo que entendemos como elemento decorativo todavía es mayor. La idea que tenemos del término Arte y su finalidad todavía se nos difumina más; por no hablar del precio, que en la mayoría de las ocasiones es ridículo y muchas veces resulta más caro el enmarcado que la pieza en sí.

Hemos mencionado sin que hubiéramos querido hablar de ello, el tema del precio; por supuesto que quizás  a Julio II no le importaba, pero hoy es un elemento importante para el ciudadano medio y en muchas ocasiones la justificación general para la falta de atractivo a la hora de adquirir, insistimos, aunque no lo hayamos demostrado de momento, una verdadera obra de Arte.

Quizás sea cierto, lo admitimos.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que la relación del precio de una, para nosotros, verdadera obra de Arte y la capacidad adquisitiva del ciudadano corriente eran compatibles y eso hacía que el beneficio para los artistas se basara más en la cantidad que en muchas ocasiones la calidad, pero ello llevó también a que el mundo de arte se socializara de una forma que a la larga fue beneficiosa incluso en el sentido más estricto de la importancia de las obras. Hay que reconocer que eso mismo, por otro lado, llevo a una paulatina inflación y hoy en día, incluso nosotros, protagonistas también del mercado del Arte, nos damos cuenta de que, en ocasiones, algunos artistas se han salido del valor verdadero o, mejor dicho, prudencial, de sus piezas. Este párrafo ha sido incluido aquí por la misma razón que el susodicho precio es una de las justificaciones de la falta de atracción hacia el Arte, pero en realidad, conste que solo ha sido una aclaración, seamos todos sinceros y admitamos que esa variable no es la principal causa del problema al que dedicamos este escrito.

Vivimos en un mundo en que la inmediatez es innegable. La cantidad de información que nos llega continuamente es tan grande que la mayoría de las veces acabamos por desentendernos de ello y al mismo tiempo, por tanto, abandonamos nuestra capacidad de criterio y con ello de valoración. Podríamos añadir a ello, la falta de interés en general por parte de la sociedad actual en la cultura y la demonización de todo lo que provenga de la tradición o de una historia que en muchas ocasiones ha sido manipulada por el poder y ha acabado por parecernos banal y sin beneficio alguno. Y en realidad, no nos damos cuenta de que ese mismo poder nos redirecciona hacia “Noches de los Museos” y demás eventos que enmascaran esa misma utilización debida a nuestra ignorancia. De ahí la proliferación de espacios supuestamente dedicados al Arte y que en realidad ocultan bajo su aspecto moderno y desenfadado gran cantidad de piezas que no provienen de la verdadera creación artística tal como debería entenderse.

Hasta tal punto se ha tergiversado el concepto de Arte, que incluso artistas que no tienen un precio precisamente asequible, se han apuntado a esa línea sin el más mínimo escrúpulo, ofreciendo obras sin objetivo alguno en cuanto a la comunicación emotiva con el espectador (imprescindible para nosotros), y presentando piezas que lo único que pretenden es a lo sumo, marcar una tendencia falsa en el panorama artístico. Eso sí, todas ellas aderezadas con explicaciones y argumentos ininteligibles y que siempre hemos considerado completamente innecesarios al observar una verdadera obra de Arte.

Y llegamos al final de este escrito y parece que estamos como al principio, parece que no hemos conseguido definir esa separación entre obra de arte y objeto de decoración y estamos seguros de que existe.

Último intento.

Siempre hemos defendido una de las que nos parece, virtudes de las piezas que hemos mostrado en nuestra Galería y es el hecho de que cada una de ellas es única y original. De que quien adquiere una obra de Arte se lleva consigo algo personal, algo que nadie más tiene. Un argumento que en El Quatre nos ha parecido suficientemente válido siempre.

Pero ahora resulta que no es apto para la solución al dilema que planteamos. Hoy en día, hay multitud de piezas que se muestran en las Galerías de Arte que siguen siendo únicas y originales pero que nosotros no consideramos que sean obras dignas de figurar en la categoría de Arte; aunque estén expuestas en esos lugares como si lo fueran. Y es que hasta los mismos galeristas hemos caído en la tentación de que ante la falta de criterio por parte del comprador o mejor dicho de costumbre y afición a la observación de pintura o escultura por su parte, hayamos caído en la trampa de venderlo sin otro propósito de que esa obra no desentone en el sitio que ya previamente ha elegido el cliente. En definitiva, anteponer el lugar de su ubicación como si fuera cualquier otro elemento, y ahí está creemos el error, decorativo.

Por fin tenemos una premisa para definir la diferencia entre la obra de Arte y el objeto decorativo, aunque sabemos que no es concluyente puede ser una razón para poder tranquilizarnos, aunque sea de un modo engañoso.

La obra de Arte elige su ubicación, el objeto decorativo tiene su lugar de antemano.

Por tanto…

Miguel Ángel realizó un objeto decorativo en el lugar que Julio II había escogido

Obra de arte o decoración