Granius Verus había hecho una fortuna con la importación de grano desde Egipto y ahora vivía retirado en su casa. Una espléndida residencia en lo más alto de Herculano, un barrio selecto de Nápoles.
Desde su terraza se podía ver el mar y la bahía en toda su extensión, una vista magnífica. Su situación era, por tanto, privilegiada.
Aquella mañana de agosto, pero, Granius andaba por su casa, dando vueltas y más vueltas al peristilo de su patio. Hacía pocos meses por mediación de un amigo, Manio Aquilio, perteneciente a una familia muy arraigada en la ciudad, de rancio abolengo diríamos ahora y en teoría de una cultura sin límites, le había aconsejado poner algo de Arte en su mansión.
De ese modo, nuestro personaje había conseguido llenar la casa con mosaicos y frescos de todo tipo y en general porque no decirlo, de lo más ordinario. Amorcillos montados en animales marinos y sobretodo en el jardín, unas esculturas de ciervos perseguidos por una jauría de perros que terminarían por dar nombre a la casa…. Mucho años después.
Pero ahora, que ya le había tomado el gusto a esto del Arte, había imaginado ser un mecenas y dedicarse a promocionar a los nuevos artistas de la localidad. Había contactado con un escultor que trabajaba el bronce y hacía unas figuras de deidades y otros personajes de la mitología de lo más impactantes. Granius pensaba que a su casa faltaba alguna pieza que la adornara y que fuera además, admirada por sus amistades. En concreto nuestro protagonista, había encargado a dicho escultor un sátiro con un odre y como compañero del tema un Hércules en estado de embriaguez…Había visto los moldes en escayola y le habían gustado. Con su punto transgresor tan de moda entre sus vecinos…
Por eso, se paseaba nervioso entre las columnas de su patio principal esperando la llegada de las piezas para instalarlas. Incluso había organizado una fiesta para su presentación a las amistades.
En ese momento entro uno de sus esclavos, de nombre Celer se encargaba entre otras cosas de preparar en la cocina los dulces y pasteles. Traía en una bandeja un pan y se lo presentó a su amo. De forma muy sencilla, circular con incisiones radiales, tenía un aspecto muy apetecible. Granius Verus que en general ignoraba siempre a sus esclavos, felicitó a Celer.
En el museo de Nápoles, suelen llamar la atención los panes encontrados que quedaron a medio hornear el 24 de agosto del año 79 cuando la erupción del Vesubio sepultó a Herculano bajo las cenizas.
En el almacén del museo y lejos de la exhibición pública, yacen en un rincón dos esculturas en bronce de gusto muy relativo que representan a un sátiro y a Hércules borracho. Provienen de la llamada Casa de Los Ciervos. Una de las mejor conservadas, mejor situadas y peor decoradas de Herculano.
Posiblemente quizás si exista arte en la cocina…o simplemente, buen gusto…