Parece ser que a veces los dioses se conjuran, o los astros, o yo qué sé. Y pasó, aunque parezca mentira en este país, en el primer tercio del siglo XX.
Bueno, quizás no solo en este país. Nunca antes las artes sufrieron tal revolución en tan poco tiempo ni tan siquiera durante el Renacimiento. Todas las formas de expresión, la pintura, la música, la literatura, la arquitectura o la escultura y el teatro y la danza y… Todas. absolutamente todas, dieron un vuelco espectacular. Ya nada de lo que había valía, todo era nuevo y original. Fue una época que con el paso de los años se ha convertido en casi mítica.
Vuelvo a recalcar lo de este país porque a menudo o casi siempre, nos quedamos atrás en este tipo de revoluciones. O aun habiéndolas, las ignoramos o las despreciamos, el famoso y controvertido “que inventen ellos” de Unamuno en su versión artística.
Pero, en ese primer tercio de siglo, por puro milagro y por supuesto fuera de los círculos oficiales de la cultura de la época, este país no se quedó atrás.
Hubo un personaje, pero, que creo fue uno de los principales culpables de este fenómeno inaudito. Ramón Gómez de la Serna. Sus “greguerías”, sus biografías imposibles, sus artículos de prensa o sus locuciones radiofónicas. Y sobre todo su tertulia.
Muchas eran las tertulias que se organizaban en aquella época. Una manera de reunir en la mesa de un café a intelectuales, artistas y a gente interesada en dialogar y discutir de cualquier tema. Gente interesada en incentivar y despertar a un país que durante mucho tiempo dormía y plenamente a gusto, el sueño de la ignorancia.
La tertulia de Gómez de la Serna era una más. Todos los sábados. En un pequeño café de la calle de Carretas en Madrid. El “Café Pombo”.
Esa tertulia que Ramon, como él quería que lo llamaran, denominó “La tertulia de la Sagrada Cripta del Pombo” y que se mantuvo, todos los sábados durante casi veintitrés años.
Hay un cuadro en el Museo Reina Sofía, expuesto en la Sala 201 y con el número de registro AS00915 que, para mí, ha retratado siempre ese fenómeno extraño en este país, que por una temporada pareció que no perdía el tren.
José Gutiérrez Solana era uno de los asiduos a dicha tertulia, era pintor, el autor de ese cuadro al que me refiero, “La tertulia del café del Pombo”. Su pintura expresionista, retrataba casi siempre, esa España negra, anclada en la ignorancia. Sus pinceladas espesas y sus colores casi siempre oscuros, grisaceos denunciaban a gritos la situación.
Pero la visión de ese ese cuadro, paradójicamente, me traslada a un país con ciudadanos como Falla, Ortega y Gasset, Picasso, Blasco Ibáñez, Valle Inclán, García Lorca, Buñuel, Chillida…y nombres y más nombres que con el Arte o el Pensamiento aparecieron en aquellos años como salidos de una chistera. Incluso mi querido don Miguel de Unamuno…
Espero, ahora, en el primer tercio del siglo XXI, descubrir ese cuadro que me sugiera algo parecido…Por desgracia, todavía no lo he encontrado.
